De viatge amb el T-10 de la Bòbila

T-10 és el club de lectura de la Biblioteca la Bòbila que us ofereix plaer i coneixement a partir d'un viatge literari organitzat en deu etapes. L’itinerari del “Club de lectura T-10” combina lectures, tertúlies, còmics, butlletins, xerrades o pel·lícules. És una proposta de 10 excursions lectores, 10 mirades diferents del lloc.

Després dels viatges literaris que hem fet a la ciutat de Nova York, a l'Europa Central, també anomenada Mitteleuropa i a Rússia, al peculiar humor anglès; o a les illes literàries, ens dirigim a la frontera i saltem a banda i banda..., entrem en el cor de la família, a la novel·la llatinoamericana actual, a la part fosca de França a la ciència-ficció,Infància i l'adolescència. I ara, Al marge: la mirada de l'outsider. Ens acompanyes?

dilluns, 27 de març del 2017 0 comentaris

Dino Buzzati

Per prendre una idea de la persoanlitat de Dino Buzzati, hem pensat en aquest article de la revista Filomúsica, que parla de la relació de col·laboració artística que va mantenir amb el compositor de Ferrara Luciano Chailly, i també de les seves obres dramatúrgiques.
"Tras los grandes logros de Arrigo Boito y Giuseppe Verdi, por una parte, y de Hugo von Hofmannsthal y Richard Strauss, por otra, parecía que la irrupción de las vanguardias, con la consiguiente reivindicación por parte de los compositores de la llamada música "pura", presagiaba unos tiempos difíciles para la vieja asociación entre literatura y música y, en consecuencia, para la ópera (...)

En la música italiana las ideas de vanguardia no se impusieron sino en la postguerra, alcanzando formas rupturistas y claramente experimentales en la obra de Nono, Donatoni, Berio, Bussotti y muchos otros, influidos todos ellos en mayor o menor medida por las nuevas corrientes del norte que procedían de Darmstadt y que, en gran parte, llegaron a Italia a través de Hermann Scherchen. Aunque la mayoría de ellos se concentraron en la búsqueda de esa nueva música "pura" que se preconizaba desde algunos centros creadores de opinión, los cuales tendían con frecuencia a imponer una uniformidad casi dogmática y a desenvolverse de espaldas al público, la tradición del melodrama era en Italia lo bastante grande como para que tampoco faltaran los partidarios de una tercera vía, complaciente con el deseo de los aficionados de disponer de una ópera contemporánea que, sin renunciar a los logros de la modernidad, les resultara accesible. Y uno de los representantes más reconocidos de esta corriente fue el compositor de Ferrara Luciano Chailly, quien dedicaría a la ópera una buena parte de su actividad creativa a partir de su encuentro en 1954 con el escritor Dino Buzzati (...)

Como en el caso de Chailly, el referente cultural de Buzzati era el norte, no sólo el de Italia, y también él estudió violín (además de piano) y tuvo una experiencia militar que adquiriría gran peso en su obra. Había nacido en 1906 en la propiedad familiar de San Pellegrino, cerca de Belluno. Hijo de un profesor de Derecho Internacional y de la última descendiente de una familia aristocrática veneciana, la formación de Buzzati se dividió entre las que habrían de ser las pasiones de toda su vida: la literatura, la música y la pintura, a las que desde 1920 (año en que realizó su primera excursión a los Dolomitas) habría que añadir una nueva: la montaña. De ese año, y como testimonio de sus primeros encuentros con la soledad y la aridez de esa región alpina, data su primera obra literaria: La canzone delle montagne.

En 1928, después de pasar por la escuela de oficiales, en la que alcanzó el grado de subteniente, Buzzati concluye sus estudios de Derecho y da inicio a la que será una larga y variopinta carrera periodística en el Corriere della Sera, carrera que tres años después tendrá su complemento en Il Popolo de Lombardia, en el que colaborará como crítico teatral, articulista y, sobre todo, como ilustrador. Su primera novela, Bàrnabo delle montagne, aparece en 1933, y dos años más tarde Il segreto del Bosco Vecchio.

Pero la obra capital de Buzzati estaba por llegar; ésta sería producto de la monotonía de su trabajo periodístico, de sus solitarios paseos de madrugada de vuelta a casa tras cerrarse la redacción del periódico, de su experiencia militar y del sentimiento, como él mismo escribió, "de estar consumiendo inútilmente la vida". En 1939, siendo corresponsal de guerra en Abisinia, Buzzati recibió del desierto africano una impresión de "western fabuloso" análoga a la de sus experiencias en las montañas. Esos sentimientos hallaron su transposición literaria en un mundo militar fantástico situado en una frontera imaginaria, dando como resultado Il Deserto dei Tartari, que no tardó en ser reconocida como una de las novelas esenciales del siglo XX. La obra, sin duda la más traducida y reeditada de su autor, y en la que se aprecia un acusado parentesco con los mundos delirantes y cerrados de Kafka, cuenta la historia del joven oficial Giovanni Drogo, destinado a una lejana fortaleza. En su atmósfera, según escribió Borges, "hay una víspera, la de una enorme batalla, temida y esperada. El desierto es real y es simbólico. Está vacío y el héroe espera muchedumbres". La novela, en una producción internacional, sería llevada al cine por Valerio Zurlini en 1976.

Tras el éxito de Il Deserto dei Tartari, Buzzati fue enviado como cronista y reportero gráfico para dejar testimonio de la lucha en los frentes, y todavía le cupo el honor de redactar la crónica del día de la liberación en la primera página del Corriere el 25 de abril de 1945. En la postguerra seguiría compatibilizando su obra de creación con el trabajo periodístico, sucediéndose los volúmenes de relatos y una nueva novela, I miracoli di Val Morel, a la vez que redactaba sus crónicas para el Corriere, entre ellas la del Giro de Italia de 1949. Más tarde, su trabajo de reportero le llevaría a Tokio, Jerusalén, Nueva York y Praga.

La siguiente década, en la que se reconoció internacionalmente a Buzzati como autor de teatro (Albert Camus adaptó en Francia una de sus obras), y en la que realizó sus primeras exposiciones de pintura, fue también la de su contacto con Luciano Chailly. En 1955 se estrena en Bérgamo la ópera bufa Ferrovia soprelevata, cuento musical en seis episodios al que seguiría en 1959 Procedura penale, ópera en un acto estrenada en Como; un año después, con estreno en el Teatro della Pergola de Florencia, Il mantello; y, por último, Era proibito, estrenada en la Piccola Scala de Milán en 1963. También en ese año se estrenó su última colaboración con el teatro musical, para el que redactó el libreto de Battono alla porta, ópera televisiva en un acto con música de Riccardo Malipiero que fue representada en Génova. Pero su producción literaria declinó en los últimos años de su vida. "He sido víctima –escribió– de un cruel equívoco. Soy un pintor que, por afición, por períodos más o menos prolongados, he hecho de escritor y de periodista." Dino Buzzati murió en 1972. La carrera compositiva de Luciano Chailly proseguiría después de los años de su relación con Buzzati."

dilluns, 13 de març del 2017 0 comentaris

"El Desierto de los tártaros" de Dino Buzzati


Aquest dimecres, dia 15 de març llegirem El Desierto de los tártaros de Dino Buzzati. Pensem que aquest text de la revista Jotdown el comenta magníficament:
El inexorable paso del tiempo y la consunción de la existencia de muchos individuos en una futilidad absurda ha sido el tema de algunas grandes obras literarias encabezadas por La montaña mágica de Thomas Mann. Ese lamento existencialista sobre la facilidad de los hombres para abandonarse al vacío y convertirse en meros espectadores inertes de sus breves vidas es también la clave principal de El desierto de los tártaros, la opresiva novela del italiano Dino Buzzati. En esta su obra más conocida Buzzati narra la pequeña tragedia vital de Drogo, un joven militar recién salido de la escuela de oficiales que es destinado a una fortaleza situada al borde del desierto. Construida en otros tiempos como bastión de defensa frente a los ataques de los tártaros, la fortaleza es ahora una guarnición anticuada e inútil, mantenida con medios mínimos por si a los tártaros se les ocurriese volver a atacar… posibilidad que ya sólo pertenece al pasado. El joven Drogo llega a su nuevo destino con el corazón repleto de sueños y proyectos: anhela que se produzca un ataque para poder demostrar su valor, convertirse en un respetado héroe de guerra y progresar en su carrera militar. Está convencido de que una nueva guerra contra los tártaros será su trampolín hacia el éxito y considera su estancia en el desierto como un capítulo meramente transitorio en su, por otra parte, brillante futuro.

Pero, pese al entusiasmo con que el novato oficial afronta su nueva misión, la rutinaria monotonía de la vida en la fortaleza va apoderándose de su espíritu, despojándole del entusiasmo y la iniciativa con que había afrontado la experiencia. Progresivamente adormecido por un corrosivo aburrimiento vital, Drogo cae sin darse cuenta en un estado de apatía y los años comienzan a desfilar ante sus ojos mientras él se limita a continuar con aquella rutina que ni siquiera le satisface. Cada vez más, el mundo que dejó atrás —la vida más allá de la fortaleza— parece algo lejano e irreal y el desangelado cuartel se convierte en su único universo; una agobiante jaula donde sin darse cuenta va dejando que desaparezcan sus sueños y esperanzas, abandonándose al vacío mientras los demás consiguen progresar. El ataque de los tártaros, la gran apuesta de su vida, no sucederá jamás.

La historia que nos cuenta Buzzati es dura, deprimente y desesperante como sólo puede serlo la historia de un hombre que malgasta su única y preciosa vida sin motivo alguno en pos de un propósito que resultaba absurdo desde el principio. Si Thomas Mann nos hacía una advertencia sutil en La montaña mágica, Buzzati nos envía una estridente y dolorosa señal de alarma: el mundo está repleto de Drogos que dejan escapar los valiosísimos años que se les ha concedido sobre la tierra esperando aquel ataque de los tártaros que se suponía había de cambiar sus vidas. Así, El desierto de los tártaros, es la clase de lectura que puede llegar a afectar la visión del mundo del lector y, con suerte, transformarle. Al ser mucho menos efectista que —por ejemplo— un Saramago pero también más elegante y de una literatura más clasicista y reposada, El desierto de los tártaros no es quizá una obra de consumo masivo, pero sí un libro imprescindible para quien busque metáforas existenciales no tan obvias y (con perdón) “para todos los públicos” como las del premio Nobel portugués.

 Rodríguez, E. J. El Desierto de los tártaros. A: Jotdown (07/2011)