Ramiro Bernárdez, un joven argentino de familia acomodada, regresa al bochorno del Chaco después de haber terminado sus estudios en Francia. Un médico amigo de su padre le invita a cenar a su casa y allí queda prendado de la irresistible, misteriosa e insinuante belleza de su hija Araceli, cuya sensualidad se ve acentuada por el calor húmedo y sofocante que los envuelve. Ramiro sella su destino cuando apartado de todo eco de racionalidad, decide pasar la noche en casa de la familia y, empujado por un irrefrenable deseo carnal, abusa sexualmente de Araceli e intenta asesinarla. A partir de aquí el hombre se convierte en un criminal que actúa al calor de la omnipresente Luna Caliente, ente vivo que enturbia la razón y lo lleva a un escenario caótico de mentira, violencia y huida con el telón de fondo de la dictadura argentina. La violencia de él, que se justifica por el influjo de la luna y la brutal sensualidad de Araceli (que es sólo una niña de 13 años) se incrementa precisamente por la ausencia total de garantías legales que él sabe que sufrirá si es detenido. El hombre se convierte en un violador y un asesino que no se responsabiliza de sus actos primero porque la mente se le nubla tanto no es capaz de frenar sus impulsos y segundo porque se siente tan desprotegido por el sistema que la confesión no puede ser una opción.
La novela es devastadora, porque Mempo Giardinelli consigue describir en muy pocas páginas y de forma contundente, la brutalidad de la dictadura argentina, la brutalidad tan largamente instaurada del hombre contra la mujer y, en general, la brutalidad estructural que permite todo tipo de abusos sobre las personas, despojándolas de cualquier derecho y garantía, que por muy criminales que sean merecen. La luna simboliza una dictadura que lo corrompe todo, que saca lo peor de cada ser humano y que no da opción a la redención. Y ante este panorama, Araceli, una niña de 13 años que, inexplicablemente, parece que siempre vuelve a buscar a su agresor, es la víctima absoluta, una víctima que confunde el abuso con el amor y recibe cada vez más violencia por parte de él, porque nada (el sistema, la policía) ni nadie (su familia, los adultos) es capaz de protegerla contra la cosificación y la violencia que ello genera.