PURA PASIÓN
«A partir del mes de septiembre del año pasado, no hice
otra cosa que esperar a un hombre: que me llamara y que viniera a
verme»; así empieza la historia sobre la pasión de una mujer culta,
inteligente, económicamente independiente, divorciada y con hijos ya mayores,
que pierde la cabeza por un diplomático de un país del Este «que cultiva su
parecido con Alain Delon» y siente especial debilidad por la buena ropa y los
coches aparatosos. Si el tema que da lugar a esta novela es aparentemente
trivial, no lo es en absoluto la vida que lo alienta. Muy pocas veces antes se
había hablado de forma tan descarnada del deseo que idiotiza, que trastoca. La escritura aséptica y
desnuda de Annie Ernaux consigue introducirnos, con la precisión de un
entomólogo que observa un insecto, en el febril, extasiado y devastador
desvarío que cualquier mujer -¿y cualquier hombre ?-, en cualquier lugar
del mundo, ha experimentado sin duda al menos una vez en su vida.
Pura pasión es un texto que remite a una historia transcurrida entre 1990 y 1991,
en plena Guerra del Golfo, sobre la aventura amorosa entre una mujer de clase
media, culta e inteligente, y un hombre casado. El vínculo entre ambos parece desigual, y tras cada separación ella se queda con el recuerdo de su
goce, esperando el retorno de su amante, que siempre decide cuándo se producirán los encuentros. Por ello, espera obsesivamente que suene el teléfono, al punto de cumplir
con sus obligaciones laborales y vitales e inmediatamente retornar a su hogar con el
temor de haber perdido un posible contacto, alejándose de las
actividades habituales que antes le producían satisfacción, como salir a cenar con sus
amistades o ir al cine (recordemos que la historia tiene lugar en un momento en el que casi no existían los móviles). Sólo él tiene el poder de decidir cuándo se verán y cuánto durará el encuentro (que siempre es exclusivamente sexual y limitado a producirse en casa de ella) y ella la que acepta sin discutir nunca las condiciones de la relación porque ha decidido que el sufrimiento de la ausencia se ve compensado por la emoción de los encuentros y porque ni puede ni quiere hacer otra cosa que no sea estar a la disposición de él.
La cuestión es, ¿decide libremente, como la mujer independiente y adulta que es, o hay sometimientos ancestrales que deciden por ella? Y por otro lado, ¿cuál es la frontera entre el deseo amoroso y la obsesión enfermiza? ¿Existe? No son preguntas nuevas las que surgen al leer esta novela corta, cuya centro, la pasión, es tan antigua como la literatura misma. Lo que causa la disrupción, esa sensación de estar ante algo novedoso y único, es la intensidad que emana, posible por la capacidad de Ernaux de contar y reflexionar en poquísimas líneas sobre el delirio al que la ha llevado una relación amorosa que lo llena todo y la priva de su capacidad de elección. No hay adornos ni prejuicios; solo la realidad dolorosa de una mujer que expone un sentimiento ridículo y perturbador. Para todos conocido, pero siempre callado.
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