De viatge amb el T-10 de la Bòbila

T-10 és el club de lectura de la Biblioteca la Bòbila que us ofereix plaer i coneixement a partir d'un viatge literari organitzat en deu etapes. L’itinerari del “Club de lectura T-10” combina lectures, tertúlies, còmics, butlletins, xerrades o pel·lícules. És una proposta de 10 excursions lectores, 10 mirades diferents del lloc.

Després dels viatges literaris que hem fet a la ciutat de Nova York, a l'Europa Central, també anomenada Mitteleuropa i a Rússia, al peculiar humor anglès; o a les illes literàries, ens dirigim a la frontera i saltem a banda i banda..., entrem en el cor de la família, a la novel·la llatinoamericana actual, a la part fosca de França a la ciència-ficció,Infància i l'adolescència, Al marge: la mirada de l'outsider, Dones i feminisme .
I ara, Novel·la romàntica. O no... . Ens acompanyes?

dimarts, 17 de juny del 2025

Lolita, de Vladimir Nabokov

 

                              LOLITA                               
            
                                                   
Ante todo, decir que Lolita, se mire como se mire no es una novela de amor. Nabokov habla de abuso, de pedofilia, de violencia sexual y de la romantización de un deseo enfermizo hacia niñas indefensas, y lo hace por la boca de Humbert Humbert, un narrador no fiable que manipula el relato para justificar su abuso. Su discurso intelectualizado, refinado e irónico es una máscara que esconde el comportamiento abusador y pedófilo de un narcisista que sufre erotomanía y una obsesión patológica con las nínfulas, que no son más que niñas que él erotiza. Representa un depredador que se ampara en la cultura y el poder patriarcal para justificar la violencia psíquica, física y sexual que ejerce sobre una niña de 12 años. 

Lolita tiene 12 años y no es la criatura seductora y decidida que Humbert describe, es una niña que queda a merced de un adulto manipulador y sádico cuando su madre muere. Su madre, Charlotte, es una mujer invisible que busca amor y validación y aunque Humbert se casa con ella para tener acceso a su hija, a Lolita, pronto comprueba que no es la persona débil y manipulable que él pensaba. El abusador de niñas, aunque presenta a su esposa como ridícula y cargante,  no es capaz de maltratar ni plantar cara a Charlotte (como hacía con su primera mujer) porque ella, a pesar de estar muy enamorada de él (sin saber por supuesto que la desprecia), tiene una red de amistades que le dan cierto soporte y la capacidad de imponer su criterio y de hacerle saber que ella también tiene opinión. Es vulnerable, pero no tanto como para que él se atreva a maltratarla y humillarla a pecho descubierto. Es más, cuando ella descubre los escritos de él insultándola, monta en cólera y se rebela, aunque, paradójicamente, su  respuesta impetuosa le cuesta la vida y pone a su hija en manos de su marido pedófilo. Su muerte permite a Humbert el control total sobre Lolita, y simboliza cómo las figuras maternas en el patriarcado son ridiculizadas, anuladas y totalmente silenciadas. 

Ser partícipe del abuso al que el adulto somete a Lolita es demoledor. El aislamiento, las violaciones sistemáticas, el maltrato al que es sometida la niña resulta insoportable para el lector, por mucho que el narrador racionaliza el abuso, ironiza sobre él y sexualiza a su víctima. A través de una bella prosa, y sin que se describan imágenes especialmente explícitas, el horror está presente en todo momento, y ni el cinismo del narrador ni el lirismo que utiliza para describir sus acciones encubren ni por un momento su perverso comportamiento.

Nabokov muestra a un criminal que tiene voz y cuenta su historia, y a una víctima silenciada que no narra. Su drama diario lo explica su violador, su maltratador, el que la ha anulado como niña, como futura mujer, como persona libre y completa. Humbert glamouriza la violencia sexual amparado por un sistema cultural que la da voz y que está dispuesto a culpar a la víctima de su situación mientras que Nabokov muestra sin piedad toda la violencia (física, emocional, sexual) que sufre Lolita cada día de su vida cuando es obligada a convivir con un pederasta.

Que Lolita, en algunas ediciones, prólogos y epílogos sea considerada una novela de amor, que se diga en otras que Lolita (que no olvidemos es una niña de 12 años) es una adolescente experta en el arte de la seducción, que se considere la obra más satisfactoria de la literatura erótica, que se resalte que ningún amante ha pensado en su amada con tanta ternura y que ninguna mujer (¿mujer?) ha sido evocada con tanta gracia y delicadeza como ella (no olvidemos que en la novela se explican veladamente las violaciones sistemáticas que sufre la niña), que se diga que gracias a esta novela, la figura de la adolescente despreocupadamente erótica se ha convertido en un símbolo de nuestros tiempos (justificando la sexualización y la violencia sexual ejercida contra las niñas), que se aluda a la ironía y a la belleza de la prosa pero nunca a la brutalidad de la historia, que se idealice a la nínfula como parte de la mitología moderna, sólo demuestra cómo se hizo  una lectura totalmente patriarcal de una obra que pretendía ser una crítica a la violencia y a la estructura que la permitía. Dicha brutalidad, presente de principio a fin en la novela, se trata de pasada, se ignora y minimiza. Se  hizo con Lolita lo que siempre se hace con la violencia contra las mujeres: romantizarla, mitificarla, racionalizarla, culpar a la víctima y no darle nunca voz.


Sólo esperamos que los tiempos estén cambiando...












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