LA NOCHE DEL CAZADOR
Con esta nueva lectura, nos adentramos en los duros años de la Depresión americana en Moundsville, Virginia, un pequeño pueblo a orillas del río Ohio donde malviven los Harper, una familia tan pobre que el padre, desesperado anta tanta miseria, decide atracar el banco local. Sólo pretende llevarse el dinero pero mata a dos personas. Es apresado, juzgado y, por no confesar dónde está lo robado, condenado a muerte. Sólo sus hijos saben dónde está el botín y él les hace jurar que jamás se lo contarán a nadie. Pero las desgracias del hombre no terminan con su encierro: en la cárcel conoce a Harry Powell, el Predicador, un hombre cruel y asesino de mujeres (aunque cumple condena por un delito menor) que, cuando sale de prisión, decide ir en busca del botín. Para conseguir sus planes se casa con la viuda de su antiguo compañero y es aquí donde empieza un feroz acoso y maltrato a la mujer, a la que humilla, desprecia y finalmente asesina. También el niño y la niña son víctimas de su manipulación y hostigamiento, pero el niño no se fía de él y va sorteando sus trampas con las estrategias que le permiten sus 9 años. En definitiva, nos encontramos con una novela que se desarrolla en un momento de gran pobreza y en un ambiente cerrado, asfixiante y ahogado en prejuicios sociales y religiosos. Los niños son las grandes víctimas de la historia. Primero, por culpa de un padre que, debido a su desesperación, no sabe evitar envolverlos en su propio drama, segundo a causa de una madre pobre, triste y sola que es incapaz de protegerse a sí misma y a ellos de la crueldad del entorno y de su nuevo marido, y tercero por culpa de un ambiente ignorante, hipócrita y opresivo que no quiere ver qué se esconde tras las palabras grandilocuentes del predicador y cuya pobreza endémica le impide toda solidaridad y empatía con los que tienen la desgracia de ser aún más marginales que el resto. No debe olvidarse, a pesar de todo, que el verdadero verdugo es el infame Powell, un misógino maltratador y asesino que odia a las mujeres y que sólo ve en ellas una fuente de ingresos.
Pero en la novela, donde la sombra del mal (encarnada por el Predicador) no deja de acechar, aparece la figura enorme y matriarcal de Rachel Cooper, una mujer sin edad que no sólo planta cara al malvado Powell sino a cualquier injusticia, una mujer fuerte y decidida que pone todo su empeño y amor en criar y encaminar rectamente por la vida a todos los niños necesitados que puede acoger. Es firme y decidida y por defender a sus huérfanos plantaría cara al mismísimo demonio, que en realidad es lo que hace cuando se enfrenta al perverso Predicador. La señora Cooper no se deja amedrentar ni por el entorno, ni por las habladurías ni por la brutalidad de Harry Powell y es gracias a su valentía y a la de los dos pequeños que se desenmascara al asesino.
La noche del cazador es una oda a la infancia, una infancia que se reivindica a través de los niños protagonistas y que se defiende con la misma fiereza con la que la Señora Cooper defiende a los dos hermanos o imita a una mamá pato y arrastra a todos sus chicos lejos de la jauría humana que se dirige al linchamiento del Predicador, un depredador, un lobo con piel de cordero que había conseguido engañar a todos menos a un par de niños y a una anciana rebelde.
La novela es obra de David Grubb y fue publicada en 1953. Notable combinación de realismo casi expresionista y fábula gótica, debe su encanto aterrador tanto a su atmósfera enrarecida y onírica como a su perverso suspense, propio de la mejor novela negra americana de la época. Una novela extraña, brillante, adictiva, con un crescendo narrativo perfecto, que induce en el lector terror y piedad.
Evidentemente, no podemos olvidar que la obra dio lugar a una excepcional película del mismo título dirigida en 1955 por Charles Laughton, un actor británico de inmenso talento que sólo esta vez se puso detrás de la cámara para dar lugar a un film también excepcional que, como pasa en pocas ocasiones, está a la altura del libro. Ominosa y hermosísima, la película es el resultado del afortunado encuentro de un grupo de talentos que coincidieron en una obra de arte mítica que ha fascinado desde entonces a generaciones de aficionados al cine. Robert Mitchum, en el cenit de sus dotes interpretativas, encarnaba al Predicador, y las magníficas Shelley Winter y Lilian Gish le daban la réplica.
La noche del cazador es una obra maestra que, a pesar de haber visto la película (mucho más conocida y popular que la novela), vale la pena leer.
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