De viatge amb el T-10 de la Bòbila

T-10 és el club de lectura de la Biblioteca la Bòbila que us ofereix plaer i coneixement a partir d'un viatge literari organitzat en deu etapes. L’itinerari del “Club de lectura T-10” combina lectures, tertúlies, còmics, butlletins, xerrades o pel·lícules. És una proposta de 10 excursions lectores, 10 mirades diferents del lloc.

Després dels viatges literaris que hem fet a la ciutat de Nova York, a l'Europa Central, també anomenada Mitteleuropa i a Rússia, al peculiar humor anglès; o a les illes literàries, ens dirigim a la frontera i saltem a banda i banda..., entrem en el cor de la família, a la novel·la llatinoamericana actual, a la part fosca de França a la ciència-ficció,Infància i l'adolescència, Al marge: la mirada de l'outsider, Dones i feminisme .
I ara, Novel·la romàntica. O no... . Ens acompanyes?

dimecres, 9 de desembre del 2020 0 comentaris

El proper dimecres 16 llegirem Un mundo feliz d'Aldous Huxley. Fragments del comentari sobre la obra de Manuel Rodríguez Yagüe, n'ofereixen una bona aproximació.  Un mundo feliz ofrece una inquietante visión del futuro en el siglo XXVI, definido por la ingeniería genética y social.

Dividido en tres partes, el libro nos presenta en primer lugar las generalidades del Estado Mundial, una sociedad que Huxley imaginó tras regresar de un viaje a los Estados Unidos. En el Estado Mundial del año “634 D.F:”, es decir, 634 años después de Ford, no hay guerra, pobreza ni dolor. Y todo ello gracias a la precisa aplicación de la ciencia genética para eliminar cualquier desviación genética entre la población, borrando en el proceso todo aquello que los convierte en individuos dotados de personalidad propia.Es una sociedad homogénea y hedonista que se entrega a la promiscuidad, el uso intensivo de drogas alucinógenas, la felicidad vacía de expresión, el consumismo inducido y el culto al señor Ford ‒símbolo del utilitarismo y el capitalismo más descarnado‒. No existen el crimen, la miseria o la enfermedad, y la medicina ha conseguido una especie de juventud perpetua hasta la muerte que, cuando acontece a los sesenta años, se afronta de forma tranquila y serena en establecimientos diseñados a tal efecto.

Los ciudadanos de este Estado Mundial no nacen, sino que son criados en grandes incubadores.Desde su estadio fetal se les imprimen no solo las características físicas, sino una serie de habilidades y virtudes entre las que se incluyen la obediencia pasiva a la autoridad, el consumismo, el sentimiento gregario y la promiscuidad sexual. Desde antes siquiera de cobrar forma, se les clasifica en castas: los Alfas en el vértice de la sociedad, se encargan de las tareas profesionales; los Betas ocupan posiciones intermedias de mando y los inferiores Gammas, Deltas y Epsilones quedan relegados a los trabajos manuales. La educación se reduce a lo estrictamente necesario para realizar el trabajo que a cada individuo se le asigna en función de su casta genética.

Y es que Huxley imagina una sociedad basada en los principios de ingenieros especialistas: uniformidad e ideología comunitaria taylorista. Frederick Taylor había muerto en 1915, pero su filosofía, el taylorismo, tal y como la entendió y aplicó Henry Ford en la línea de montaje de su famoso modelo T, se convirtió en uno de los iconos de la modernidad tecnológica en los años veinte y treinta del siglo XX.

Las sensaciones de alienación y deshumanización dominan el pensamiento intelectual de la época. El vagabundo interpretado por Charlie Chaplin acaba «procesado» por la cadena de montaje en Tiempos Modernos; Fritz Lang edifica una Metrópolis en la que los obreros son tratados como máquinas y Aldous Huxley retrata la producción en serie de individuos manipulados genéticamente en un mundo en el que Henry Ford es venerado como una figura sagrada y el Interventor Mustafá Mond, al mando de Europa Occidental, simboliza el perfecto industrial.

Lo realmente aterrador de ese futuro es que todo el mundo parece ser feliz. El propio Huxley indicaba en la introducción a una edición posterior: «Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna, por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada en los actuales Estados totalitarios a los ministerios de propaganda, los directores de los periódicos y los maestros de escuela». Ese mismo razonamiento se repite en el texto de la novela: “Y éste es el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que uno tiene que hacer. Todo condicionamiento se dirige a lograr que la gente ame su inevitable destino social”.

Sin embargo Bernard Max, un Alfa Plus, el más elevado de los círculos sociales, no es feliz ; se siente fuera de lugar, alienado y desgraciado debido a que un fallo en su proceso de clonación le castigó con un físico poco agraciado propio de castas inferiores. Despreciado por sus jefes y compañeros, amargado y resentido, consigue sin embargo el favor de Lenina Crown, una amante circunstancial de la clase Beta, con quien emprende un viaje turístico a las fronteras del Estado Mundial, a una «reserva» de salvajes en Nuevo Mexico.

La segunda parte del libro describe el encuentro de los «civilizados» turistas con un nativo, John el Salvaje, hijo de una mujer del Estado Mundial, Linda, que quedó atrapada en la reserva tras un accidente. Su fragmentaria filosofía vital y nociones de la dinámica social están determinadas tanto por la tribu de indios en la que vive como por un viejo libro con el que su madre, Linda, le enseñó a leer: las obras completas de William Shakespeare. Bernard Marx ve en el joven la oportunidad de mejorar su estatus y credibilidad entre sus compañeros Alfas, así que arregla las cosas para que John y Linda le acompañen a la civilización.

La última parte gira alrededor del choque cultural que provoca la llegada de John al Estado Mundial. Se convierte en una exótica atracción a la que se pasea por salones y fábricas. En este Mundo Feliz, la religión y el arte han sido eliminadas por su tendencia a desestabilizar la armonía comunitaria. El Salvaje, que se ha autoeducado a partir de embriagadores extractos de las obras de Shakespeare, se enamora intensa y destructivamente de la vacua Lenina.La intensidad de las emociones de John lo lleva a la desesperación. Llevado a presencia del Su Fordería Mustafá Mond, Interventor de Europa Occidental, John mantiene con él una conversación que constituye el auténtico clímax de la novela. En ella, mediante razonamientos tan lúcidos como desasosegantes, ambos debaten los méritos relativos de una miseria poéticamente idealizada y la felicidad diseñada científicamente. Tal es la fuerza de los argumentos de Mond, que John no tiene más remedio que aceptar la enorme disociación entre su marco de valores y el, a su juicio, decadente y depravado mundo en el que ahora vive. Nada le quedará ya sino afrontar su inevitable y solitario destino.

Cuando John discute con Mustafá Mond, éste afirma que “Dios es incompatible con la maquinaria, la medicina científica y la felicidad universal” y explica cómo la droga “soma” ha reemplazado al sentimiento religioso: es el “Cristianismo sin lágrimas”.  John responde “No quiero comodidad” ; “quiero a Dios, quiero poesía, quiero auténtico peligro, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado”. Mond sugiere que lo que está haciendo es “reclamar el derecho a ser infeliz” y cuando John lo confirma, aquél le señala que tal derecho también incluye “el derecho a envejecer, ser feo e impotente; el derecho a padecer sífilis y cáncer; el derecho a tener poco que comer; el derecho a sentirse mal; el derecho a vivir en un constante temor a lo que pueda suceder mañana; el derecho a coger el tifus; el derecho a ser torturado por atroces dolores de todo tipo”. Es difícil no admitir que algo de razón tiene.

La sátira aquí es totalmente anfi-freudiana. La definición de Freud de salud mental como la habilidad de trabajar y amar, es caricaturizada en el típico ciudadano del Mundo Feliz, “un ciudadano feliz, duro trabajador y buen consumidor” con acceso ilimitado al sexo.

El otro paralelo de la sátira de Huxley es la Rusia bolchevique. En los años cincuenta, Huxley observó que la dictadura que encabezaba Stalin había comenzado a dejar paso a una forma más actualizada de tiranía y que “el sistema soviético combina elementos de 1984 con elementos proféticos de lo que sucedía entre las castas más altas de Un mundo feliz«. De nuevo, en contraste con el ataque más que evidente de Orwell contra el sistema comunista, el genio de Huxley consistió en seguir la lógica de la ideología comunista hasta sus conclusiones finales.

Resulta sorprendente la fría acogida que esta magnífica obra recibió en Estados Unidos cuando se publicó por primera vez. El motivo es que en ese país la ciencia-ficción estaba viviendo la edad dorada de las revistas pulp y la vertiente más popular del género se definía a menudo a sí misma en contraposición con la ficción de corte más literario.En Estados Unidos se esperaba que una novela de ciencia-ficción transmitiera tanto la cara más optimista de la ciencia como el espíritu de la aventura, el misterio y el romance. Si no era así, quizá la novela pudiera calificarse de literatura, pero desde luego no de ciencia-ficción. Y Huxley ofrecía todo lo contrario al canon pulp: un análisis de todo lo que veía mal en el siglo XX, un sentimiento de pérdida, las consecuencias de la tecnología, el placer vacío, la cultura de masas, la industrialización masiva y el abandono de la espiritualidad… Parece que no bastó que a nivel de ciencia, el británico predijera la clonación, los úteros artificiales, el uso de las drogas con fines recreativos y de control social y los cambios sociales que se derivaban de tales innovaciones.  Por ello, resulta irónico que Un mundo feliz, que no fue publicada como ciencia-ficción, sea hoy una de las novelas de ese género más intensas y famosas de todos los tiempos.

¿Qué ecos podemos encontrar de la novela en el mundo actual? Desgraciadamente, más de los que nos gustaría. La felicidad de Mundo Feliz nos parece distópica no porque elimine el sufrimiento, sino porque suprime el elemento espiritual y en este sentido ¿No ha desplazado el bienestar material a la espiritualidad? ¿O es que mucha gente joven no se mostraría hoy encantada con la idea de una sociedad en la que se viviera hasta edad avanzada, sin enfermedades, con mucho tiempo libre y sexo a discreción? ¿No estarían dispuestos a sacrificar a cambio incluso su libertad? ¿Acaso no sufrimos un continuo bombardeo de mensajes que invitan al consumismo más voraz y de eslóganes que empujan a la corrección política y la uniformidad ideológica? ¿No ha aumentado abrumadoramente la banalización sexual gracias a las nuevas tecnologías, con pornografía a la carta en los canales televisivos e internet? ¿No se ha primado la super-especialización educativa por encima de la cultura general?? ¿No hay grandes porciones de la sociedad que se mantienen a base de sexo, deportes, drogas y televisión, tal y como sucede en Un mundo feliz?

Y lo peor de todo es que, demasiado a menudo, cuando leemos el periódico o vemos las noticias en la televisión, la deformada utopía de Huxley no nos parece tan mal lugar para vivir…


dimecres, 18 de novembre del 2020 0 comentaris

Ray Bradbury

Una breu panoràmica sobre Ray Bradbury en el centenari del seu naixement, ens la dóna Jaime García Cantero al seu article 'Ray Bradbury: el futuro era un arma cargada de poesía':

Verano de 1963. La revista Playboy publica dos entregas sobre las tendencias que marcarían el futuro con el orweliano título 1984 & beyond. Es el resultado de un encuentro con 12 de los más reputados escritores de ciencia ficción. Hombres “cuyos sueños y pesadillas han demostrado ser proféticos”. Entre ellos Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Ray Bradbury.

El optimismo inunda sus predicciones. Vuelos interplanetarios y estaciones espaciales para habitar la Luna en los 70 y Venus y Marte en los 80. Robots que realizan los trabajos más pesados y permiten semanas de cuatro días laborables y vacaciones pagadas de tres meses en las que La Luna sería un destino más económico que Australia. Sustancias químicas capaces de potenciar nuestras capacidades cerebrales y “expandir” nuestras posibilidades.Y por supuesto, vida eterna.
Más de 35 años después del horizonte fijado, ninguno de los augurios se ha cumplido. El videoartista Gerard Byrne presentó en la Tate Gallery de Londres una instalación que reconstruía el encuentro. La obra jugaba con la extraña sensación de ver a 12 hombres blancos de mediana edad hacer erróneas conjeturas sobre un futuro que para nosotros ya es pasado. La experiencia quiere reflexionar sobre nuestra visión del futuro y sobre nuestra obsesión por adivinarlo justificando que ya otros lo consiguieron. Por eso en este centenario del nacimiento de Ray Bradbury (1920-2012) leeremos repetidamente que Fahrenheit 451 anticipó la llegada de las pantallas planas, que las conchas que utilizaba la mujer de Montag se parecen a los airpods que Apple presentaría 65 años después o que una universidad japonesa acaba de presentar un prototipo que se asemeja al sabueso mecánico de la novela ... arqueología del futuro para convencernos de que es posible preverlo. El deseo de conocer el porvenir es tan antiguo como el hombre. Como explica Yuval Noah Harari, lo que nos diferencia a los homo sapiens del resto de homínidos es nuestra capacidad de creer en cosas que solo existen en nuestra imaginación. Un potencial que nos permite creer en religiones, naciones o en ese abstracto concepto que llamamos futuro

Pero los avances tecnológicos en los textos de Bradbury son poco más que un McGuffin hitchcockiano. Cómo él mismo afirmó en repetidas ocasiones, no trataba de predecir el futuro, sino de prevenirnos de él. Una Casandra contemporánea cuyas advertencias ignoramos como los troyanos hicieron con el aviso de su princesa sobre aquel majestuoso caballo de madera. Nuestra fascinación por la técnica del futuro parece proporcional a nuestra capacidad de obviar los avisos sobre su impacto, nadie quiere escuchar a Casandra. Por eso, a Bradbury le interesa más la ficción que la ciencia, más la poesía que la tecnología. Por eso sus historias del futuro aplican a todos los presentes.

Bradbury, que no había ido a la universidad, se había formado con ellas. Leyendo durante horas en esas bibliotecas que él, como Borges, adoraba. En una de ellas, con una máquina de escribir alquilada, escribió uno de los más bellos alegatos sobre el valor de esas historias: Fahrenheit 451. “Era un placer quemar”, difícil escapar de la poderosa imagen de los libros ardiendo. Más difícil aún en 1953, cuando el libro fue publicado, solo 20 años después de que la NSDB, la federación nazi de estudiantes, hiciera arder las obras de judíos, marxistas y pacifistas en la Plaza de la Ópera de Berlín y en otras 21 ciudades universitarias en el punto álgido de la «Acción contra el espíritu antialemán» que empezó quemando libros y terminó quemando personas, como escribió Heinrich Heine.
No eran nuevas estas piras en la literatura, pero Bradbury añadió su visión humanista con ese esperanzador final de los hombres-libro y la supervivencia de las historias. Porque lo que aterraba a Bradbury no eran los bomberos, sino que su tarea fuera innecesaria: “Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe".

En 1985, Neil Postman escribía Divertirse hasta morir y planteaba una sociedad en la que, como temía Bradbury, no es necesario censurar libros porque nadie está interesado en leerlos, no es preciso privarnos de información porque hay tantísima que es irrelevante, no hace falta un gran hermano porque todos estamos viendo Gran Hermano. Postman describía el efecto a posteriori de esas advertencias que Huxley o Bradbury hicieron a priori. El efecto adormecedor de las grandes revoluciones culturales del siglo XX, la mayoría de las cuales se enchufaban a la pared: la radio, el televisor y finalmente el ordenador. El ocio había sustituido a la religión como opio del pueblo.

Los tiempos han cambiado desde los 80 de Postman, pero no tanto. Las pantallas se pueden llevar en el bolsillo, en vez de colgarlas en la pared. La primera potencia del mundo la gobierna uno que,como en la distopía de Bradbury, odia leer. En El fuego y la furia, el discutido retrato que Michael Wolff hizo de Donald Trump, el plan favorito del presidente es meterse en la cama a las 18:30 con una hamburguesa con queso a ver simultáneamente los tres televisores de su dormitorio mientras tuitea desde su teléfono móvil.
Hoy no quemamos libros pero nos atrevemos a resumirlos en 280 caracteres de twitter o una foto con filtros de instagram. Y más allá de eso, el dataísmo imperante propone el dogma de los datos como única y absoluta verdad. Las personas y las historias reducidas a una ingente cantidad de datos ignorando esas “variables no numerables” que para Deleuze y Guattari eran el último reducto del diferente. Ya hablaba de datos el Capitán Beatty, perverso jefe de los bomberos pirómanos en Fahrenheit 451,”Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados... Entonces tendrán la sensación de que piensan. Tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices”.

Uno de los relatos de Crónicas marcianas aborda el tema de la censura. Es Usher II. En ella, William Stendahl, experto en literatura, se retira a Marte huyendo de la Tierra donde las obras literarias, cinematográficas y teatrales que tuvieran un tema fantástico estaban prohibidas. Allí construye una mansión idéntica a la de La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe. Cuando todo está listo, Stendahl invita a su nueva atracción a un grupo selecto de los responsables de la prohibición de la ficción: a mitad de la fiesta, robots dirigidos por él comienzan a asesinarlos imitando los crímenes descritos por Poe. Tal vez hoy los enemigos de estos robots defensores de la literatura serían influencers, dataístas, tertulianos televisivos, coachers y directivos de marketing empeñados en crear mensajes simples que construyen esa falsa felicidad del que cree saberlo todo. La manera de vencerlos es seguir leyendo libros, periódicos, revistas o cualquier otra cosa que nos permita seguir haciéndonos preguntas.

Per a saber-ne més de Ray Bradbury, cliqueu aquí (:


dimecres, 4 de novembre del 2020 0 comentaris

Crónicas marcianas, de Ray Bradbury

El proper dimecres 18 de novembre llegirem Crónicas marcianas, de Ray Bradbury en el centenari del seu naixement.
L'article de Rodríguez Yagüe, M. 'Crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury' ens ofereix una idea del llibre i del seu univers simbòlic:

No es una novela, sino una recopilación de veintisiete narraciones cortas publicadas entre 1946 y 1950 en diversas revistas especializadas, e hiladas por su temática más que por su continuidad,que refieren de forma dispersa las experiencias de un grupo de colonos terrestres en Marte durante un periodo de 27 años a finales del siglo XX y comienzos del XXI. Los humanos, enérgicos y curiosos en sus ansias exploradoras, buscan en Marte nuevas oportunidades o una salida a una Tierra cada vez más acosada por los problemas. Los marcianos telépatas, sin embargo, no están dispuestos a darles la bienvenida y a pesar de ser una raza frágil y decadente, consiguen rechazar las primeras expediciones ya sea recurriendo a la violencia o al engaño. Sin embargo, sus días están contados y las enfermedades que portan los humanos acaban con ellos en poco tiempo.

Como el otro gran libro de Bradbury, Fahrenheit 451, Crónicas marcianas es una obra que deja al lector invadido por el pesimismo. Pero, a diferencia de aquél, éste no deja a su conclusión una puerta abierta a la esperanza. Muchos de los personajes se antojan ligeros, amables, incluso absurdos, como el vendedor de maletas que trata de hacer negocio con los colonos deseosos de regresar a la Tierra para luchar en la guerra mundial, o el jardinero que sueña con cubrir de árboles el planeta. Pero entonces el horror y la decepción con nuestra propia especie se filtra por las esquinas. Como dice uno de los personajes: “Nosotros los terrestres tenemos un talento para estropear las cosas grandes y bonitas”. Y, efectivamente, los hombres se las arreglan, voluntariamente o no, para destruir la antigua civilización marciana, sus propias colonias e incluso la Tierra.

El Marte de Bradbury es, como el de Burroughs y Brackett, un lugar ancestral, silencioso, seco… pero habitable por los humanos sin necesidad de equipos especiales. Escritor más de terror y fantasia, Ray Bradbury utilizó sus propios tópicos tradicionales (cohetes, telepatía, robots, viajes temporales, tecnología avanzada, alienígenas, guerras futuras) como herramientas para construir su inocente visión del universo, ajena a la realidad de las leyes físicas o biológicas. Su intención jamás fue la de escribir una ciencia ficción que apuntara a un futuro posible o siquiera verosímil.
Esa falta de rigor fue el motivo por el que el principal editor de ciencia ficción de la época, John W.Campbell, no dio cabida a las historias de Bradbury en su revista Astounding Science Fiction, viendo éstas la luz en publicaciones menos ortodoxas como Planet Stories, Thrilling Wonder Stories, The Arkham Sampler o Weird Tales.

Anteponer el estilo al rigor científico fue una apuesta arriesgada entonces y al principio,no suscitó sino el desinterés de muchos editores y aficionados. Pero su original aproximación encontró amplio eco fuera del ámbito de la ciencia ficción. Cuando en 1950 esos cuentos se ordenaron y recopilaron en formato de libro, el mundo de la intelectualidad, que nunca había estado demasiado interesada en el género más allá de determinados autores europeos, se volcó en alabanzas hacia Crónicas marcianas, impulsando a Bradbury un paso más allá del gueto literario que siempre ha sido la ciencia-ficción y, para muchos, señalando la mayoría de edad de ésta. 

Al fin y al cabo, el estatus de clásico indiscutido de este libro no se debe a su desarticulado argumento ni tampoco a la fuerza de los personajes (puesto que no hay ninguno fijo e incluso algunas historias carecen de ellos). No, su capacidad de pervivencia y fascinación se la debe a su éxito a la hora de encapsular con una gran elegancia lírica el espíritu de la sociedad americana en su época: la ansiedad nuclear, la frustración de un fallido programa espacial y la nostalgia por una inocencia que nunca existió.


dimecres, 21 d’octubre del 2020 0 comentaris

Úrsula Leguin : l'autèntic viatge és el retorn

Úrsula K Le Guin va néixer a Berkeley, Califòrnia, el 21 d'octubre de 1929, filla de l'antropòleg Alfred L. Kroeber (autor d'un bon nombre de treballs essencials sobre les tribus indígenes de Califòrnia i la costa nord-oest d'Estats Units), i de l'escriptora Theodora Kroeber Quinn (a qui es deuen dues cròniques sobre un dels últims supervivents de les poblacions autòctones nord-americanes, ambdós de 1961). Des de la primera infància, tant Úrsula com els seus germans Clifton, Ted i Karl van escoltar els contes que el seu pare havia recol·lectat de les tribus del nord de Califòrnia, i es van nodrir amb els mites i llegendes que la seva mare estimava, procedents de totes les cultures.

La família vivia en una casona de fusta en Berkeley i passava els estius a una granja de la vall de Napa. “Durant la segona guerra mundial”, recorda Le Guin, “tots els meus germans van ingressar al servei militar i els estius en la vall es van tornar solitaris, únicament els meus pares i jo en la vella casa. No hi havia televisió llavors; una vegada al dia enceníem la ràdio per a escoltar les notícies de la guerra. Aquests estius de solitud i silenci —una adolescent vagabundejant pels pujols, sense companyia, sense ‘res a fer'— van ser molt importants per a mi. Crec que va ser llavors que vaig començar a fer-me una ànima.”

Una de les seves primeres trobades decisives va ser amb l'obra de Rudyard Kipling, de qui va aprendre el que serà l'essència mateixa de la seva pròpia escriptura: “Kipling és capaç de contar una història en quatre o cinc nivells simultanis”, comentarà després. El taoisme també seria essencial per a la seva visió del món. 

Le Guin va aprendre a escriure als cinc anys i en la seva formació, va tenir la sort de trobar suport i solidaritat de família i amics. “Quan era jove, els pocs escriptors grans que vaig conèixer em van animar, i els escriptors que conto ara com amics són gent generosa amb un fort sentit de comunitat. Em mantinc lluny dels escriptors que consideren l'art com una competència per a assolir fama, diners, premis, etcètera. El que importa és el treball”.

La seva educació, eminentment acadèmica, la va dur a interessar-se per la lectura i l'escriptura, i als 11 anys va enviar un manuscrit a la coneguda revista Astounding Science Fiction, que va ser rebutjat, però el fet ens dóna una idea de l'embranzida creativa que ja es gestava en la ment de Úrsula. Va ingressar en l'Escola Radcliffe de la Universitat d'Harvard, en la qual es va graduar en l'any 1951; posteriorment va assistir un any a les classes de la Universitat de Columbia, en la qual va fer un postgrau de llengües romàniques.

En tots els registres de l'escriptura de Úrsula Le Guin són evidents els seus interessos fonamentals: taoisme, anarquisme, feminisme, antropologia i sociologia.

El seu univers no és un reducte escapista, sorgeix d'un profund compromís (tant humanista com polític, social i cultural) que permet situar la seva literatura en el punt més àlgid de l'experiència humana: les seves novel·les són veritables simfonies que examinen, com en molt pocs casos, l'ampli ventall de les contradiccions (però també de les possibilitats) de les persones.

Le Guin ha creat una obra silenciosa i estentòria. Silenciosa perquè no juga el joc dels sorolls quotidians ni es presta a la faràndula de l’èxit fàcil i el best-seller (el que no contradiu la seva enorme celebritat en cercles cada vegada més amplis ; la seva obra, traduïda a setze idiomes, conta amb centenars de milers de lectors). Estentòria perquè bé pot trobar-se en ella la saviesa i profunditat que tant falten en el nostre temps. 

És en aquest sentit que també en aquesta obra reposa l'única resposta vàlida a si existeix o no una literatura femenina: existeix si no es proposa a priori com a tal ; si va més enllà de totes les barreres genèriques i si hi inclou una mirada capaç de disseccionar les contradiccions de la civilització i llençar-los la llum del coneixement ancestral, en consonància amb aquesta declaració de principis: “La realitat és un peix fugisser que de vegades només pot ser atrapat en una xarxa d'encisos, o amb l'ham de la metàfora” (Les claus de l'aire, 1996).

En 1988, l’escriptor Slawek Wojtowicz li pregunta: “Si pogués triar un lloc i un temps per a viure, quan i on seria?” Le Guin respon: “Seria aquí i ara. Per què? Perquè aquests són el meu temps i el meu espai, i el meu ‘ésser' està ara i aquí. Crec que el fet que en aquest aspecte no podem triar és molt interessant, i extremadament important”.

Aquesta “gran dama” de la fantasia i la ciència ficció completa una de les carreres més variades d'aquests gèneres: des de la poesia fins als llibres infantils i els assajos. Al llarg de la seva activitat com escriptora, ha guanyat diversos premis Hugo i Nebula, i va ser guardonada Gran Mestra per l'Associació d'escriptors Nord-americans de ciència ficció i fantasia (SFWA), la primera dona en assolir-ho. 

S’ha dit en nombroses ocasions que seria mereixedora del Premi Nobel de Literatura sinó fos perquè les editorials i els crítics han catalogat la seva obra dins del gènere marginal de la “ciència ficció”, “fantasia” o “juvenil”.

En 1958 ella i A. Le Guin, amb qui s'havia casat a París en 1953, es van establir en Portland, Oregon, a una casona victoriana situada en Thurman Street, a la riba de Forest Park —una reserva ecològica en la part nord-oest de la ciutat—, des d'on es gaudeix d’una esplèndida vista del Mount St. Helens. Mig segle més tard hi continua vivint —bé podria dir-se irradiant- des d'allà.

Article basat en l'entrada del bloc de Terraxaman.




dimecres, 14 d’octubre del 2020 0 comentaris

el nombre del mundo es bosque

El proper dimecres 21 llegirem El nombre del mundo es bosque de Úrsula Le Guin.

Los daños ya causados eran irremediables, pero al menos no se volverían a cometer.

Athshe o Nueva Tahíti es un mundo compuesto por agua y por bosques. de la misma especie de árboles y vegetales de los que se encuentran en la tierra ya que fueron trasladados para repoblar el planeta,tras mucho tiempo de explotarlo. En la Tierra ya no queda ningún árbol y la necesidad de madera hace que se establezca allà una colonia de extracción. En teoría, todo está pensado y medido para que tanto el trabajo ‘voluntario’ de los nativos como la deforestación sean controlados y no se llegue a la explotación. Sin embargo los nativos, - el pueblo Crichi, unos humanoides de un metro de alto con pelo verde que viven en los bosques -  son explotados de diversas maneras hasta que la revolución prende de la mano de Selver, uno de los protagonistas.
El nombre del mundo es bosque es una dura crítica a la colonización y la explotación de lo que vive y crece en la tierra, sea humanoide o vegetal y, a la vez, profundiza en los diferentes perfiles y actitudes del ser humano. Para nosotros, la novela  ha resultado ser una utopía y distopía a la vez: por un lado, la sociedad crichi es utópica antes de la llegada de los invasores. Una sociedad matriarcal y de ancianas, donde la mujer lleva la política y las relaciones entre aldeas, mientras que los hombres se encargan del mundo de los sueños y los augurios ; no hay una estructura centralizada de poder e impera el principio de no violència: no hay guerras, ni conflictos y los asesinatos y agresiones son inexistentes. Aunque cada aldea tiene unas características particulares y rasgos específicos, todas viven con ciertos elementos comunes y en buenas relaciones, sin caer en centralismes ni jerarquías de poder. Asímismo, los crichis viven entres las raíces de los árboles en perfecta simbiosis con la naturaleza, y mentalmente son bastante elevados ; consiguen controlar el sueño lúcido.
Esta situación se rompe con la llegada de los colonos humanos, el elemento distópico, que establecen un reparto del territorio para su explotación y emplean a los crichis como voluntarios, eufemismo de esclavitud en todos los niveles. Estos humanos, salvo Davidson, que encarna valores misóginos y colonialistas, muestran diferentes posturas y maneras de enfrentarse a la situación. Destaca Raj Lyubov el antropólogo, que intenta comprender a los crichi e incluso se hace buen amigo de Selver.
A partir de este punto de vista multiperspectivo, Le Guin nos adentra en los dilemas internos de los personajes frente a temes como el ecologismo, colonialismo, explotación de diversas índoles y una visión de la mujer humana instrumentalizada, en muchas ocasiones. En este sentido, la época de la redacción del libro, así como parte de sus temáticas, lo vincula a las teorías postcolonialistas de la década de los ochenta.
La ecología no obstante, es uno de los grandes temas, y la denuncia de la sobreexplotación de recursos que terminan por agotar los sistemas ecológicos terrestres, y que ávidos de más, los terrícolas necesitan colonizar otros mundos sin llegar a plantearse realmente cuál es el problema. Pero aún más profundo es el aspecto de entender la ecología como las redes existentes entre los nativos y la naturaleza, que forman parte todos de un ecosistema delicado y frágil donde la modificación de uno de sus elementos, desequilibra el resto y reparar el desastre,si es posible, tardará décadas.
En relación con los tiempos que vivimos, la obra es plenamente actual debido al problema medioambiental que afecta a nuestro alrededor a causa del crecimiento desaforado del capitalismo. Es una novela que no envejece, sino que, por desgracia, sigue teniendo vigencia. Por otro lado, el colonialismo sí podríamos sentirlo más alejado a nosotros, pero si miramos con cuidado, nos damos cuenta de que el nuevo colonialismo que estrangula las sociedades no es tan directamente violento,aunque no por ellos sus resultados son  más amables.
Pero ahí está lo bonito de la fantasía y la ciencia ficción: la capacidad de la metáfora y de presentar las cosas de diferente manera para provocar reflexión ; pero no una reflexión contemplativa, sinó de sublevación y revolución: nos impele a hacer algo, a cambiar las cosas.

Comentari basat en l'article de Fernando Moya.


dimecres, 7 d’octubre del 2020 0 comentaris

nova etapa del Club de Lectura T10

T-10, el club de lectura de la Biblioteca la Bòbila, us ofereix  aquesta temporada 10 excursions lectores, 10 mirades diferents a propòsit de la Ciència ficció.

Coordina: Ana Tenllado

* Properes lectures:

. El nombre del mundo es Bosque de Ursula K. Le Guin, dimecres 21 de octubre a les 19h

. La naranja mecánica d'Anthony Burgess, dimecres 18 de novembre a les 19h

. Un mundo feliz d'Aldous Huxley, dimecres 16 de desembre a les 19h

* Més informació: cal inscripció prèvia ; hi ha 20 places. Els llibres es llegeixen entre gener, febrer, març, maig, octubre i novembre de l'any en curs i el següent.

dimarts, 2 de juny del 2020 0 comentaris

"Soy el último escritor vivo del siglo XIX" Pierre Lemaitre

Fragments de l'entrevista d'Elena Hevia per a El País del 9 de març de 2019 ens presenten molt be Pierre Lemaitre:

"Una novela, Nos vemos allá arriba, hizo despegar en el 2013 a un autor desconocido, el francés Pierre Le Maitre, un oscuro profesor de literatura que hasta los 56 años, tan solo había publicado un puñado de buenas novelas policiacas. El libro sobre las consecuencias de la Gran Guerra conectó a la perfección con un público amplio con el añadido del prestigioso Goncourt, un Goncourt ‘legible’ como lo definió la crítica no sin malicia y acabó siendo película.
Le Maitre degustó el éxito y ahora desde el sur de Francia en Arlés, ciudad próxima a la tranquila residencia a la que se ha retirado huyendo del bullicio de París, habla de la segunda entrega de su trilogía, Los colores del incendio (Salamandra / Bromera), una historia coral y picaresca ambientada en la Francia entre 1927 y 1933, en la que no faltan traiciones, chantajes, corruptelas económicas y políticas. Le Maitre, vehemente e irónico, asegura llevar la profesión y el éxito con una tranquila madurez.  Emulando a Mae West asegura: “He probado el éxito y el probado el fracaso y lo tengo la menor duda, es mucho mejor el éxito”.

- ¿Cuándo empezó a escribir Nos vemos allá arriba tenía claro que esto iba a ser una trilogía?
Fue cuando la terminé más bien. Había sido tan placentero y tan prometedor desde el punto de vista novelesco que sentí que tenía que continuar. Fue entonces cuando decidí hacer una trilogía que, ya tiene título, Los hijos del desastre.

- Y entonces se remontó a los clásicos, a Balzac.
Sí, me gusta mucho ese planteamiento como de rompecabezas en los que los distintos libros son una pieza y el conjunto compone un paisaje. De ahí que el personaje principal de esta novela, Madeleine, sea secundario en la anterior. De todas formas, si la escogí a ella como protagonista, es porque el resto de los personajes fallecieron al final de la novela.

- De todas formas, el modelo más claro de Los colores del incendio es El Conde de Montecristo y su venganza. Aquí la justiciera es una mujer a la que un banquero, un político de la familia y un periodista, dañan y arruinan.
Sí, el modelo narrativo es Alejandro Dumas y con él he querido hacer un homenaje a la literatura del siglo XIX. Yo como Obelix me caí en la marmita de esa literatura, la de Balzac, Dumas, Sue, Stendhal, Maupaussant. Crecí en ella de una forma natural. Soy el último escritor vivo del siglo XIX.

- ¿No le plantea ningún problema escribir en el siglo XXI con el modelo del XIX?
No porque estoy sincronizado con mi tiempo, sigo la actualidad me interesa lo que ocurre en el mundo. Además no se si se ha dado cuenta pero en esta novela hay características del Nouveau Roman.

- Perdone pero no veo experimentación por ninguna parte.
Hay una cadencia en las escenas en las que en una misma frase se traslada el punto de vista de un personaje al punto de vista de otro. Eso es algo que hizo Diderot en el siglo XVIII y que Michel Butor recuperó en los años 60.

- De todas formas, con su literatura popular, ¿pensaba usted desde el principio en un lector muy amplio?
Yo escribo mis libros y si luego conectan con el público, perfecto, pero no tengo la menor intención de agradar. Lo que me mueve es una necesidad de contar una historia.

- En su novela casi todos los personajes tienen en mayor o menor medida un punto de mezquindad.
No lo siento así. Necesitaba personajes con contrastes muy marcados por aquello que decía Hitchcock que cuanto peor sea el villano mejor será la película. Y además está aquella frase de Cocteau que dice que para que los dioses se diviertan es necesario que los héroes caigan desde muy arriba. Esto es lo que he hecho. He elegido a una heroína en los años 30,  un momento no demasiado favorable a los derechos de las mujeres, y la he hecho caer. Si eres una mujer en esa época es inevitable que vayas a sufrir no tanto por la maldad de los hombres sino porque su comportamiento natural era la dominación.

- Tanto en Nos vemos allá arriba como en esta novela hay dos personajes con minusvalía física. ¿Es una obsesión?
La he tenido siempre, el protagonista de mis novelas policiacas también es un hombre que sufre, un hombre que no ha crecido.

- ¿Hay algo más profundo en ello? Creo que su padre también acabó en una silla de ruedas.
Así es. Quizá por eso sea el punto de partida de todas mis ficciones. Pero ya me he cansado, estoy decidido a que ese fantasma personal no aparezca en mi próxima novela, ‘Espejo de nuestros sufrimientos’, que ocurrirá en los primeros años de la segunda guerra mundial y con la que se cerrará la trilogía.

- Es inevitable leer su novela sin pensar en las resonancias que el periodo de entreguerras con sus pufos económicos, el ascenso del fascismo y la corrupción política tienen en el presente.
Pero eso ocurre siempre en todas las épocas. Si yo hubiera escrito un libro sobre la construcción de las pirámides seguro que alguien diría que el faraón de mi novela es igualito a Emmanuel Macron. Y es que de hecho yo creo que Macron si tiene un carácter faraónico.

- El faraón enfrentado a las insubordinaciones populares.
Sí, me da un poco de vergüenza decir que los apoyo, pero es que encuentro legítima esta revuelta. El poder ha querido desacreditarla haciendo pasar a los chalecos amarillos por violentos, antisemitas y extremistas de derecha e izquierda. Yo solo veo a gente que lleva más de 30 años humillada y que lo único que quieren es ser reconocidos.

Per a saber-ne més.
dimarts, 5 de maig del 2020 0 comentaris

Recursos inhumanos, de Pierre Lemaitre

el proper dimecres 13 de maig, a les 19h, llegirem Recursos inhumanos de Pierre Lemaitre la trama de la qual, donades les circumstàncies, resulta rabiosament familiar. El comentari que en fa Javier ens sembla molt bo i apropiat:
—Entonces… ¿es seguro ese puesto de trabajo?
Habría dado los años que me quedan de vida para no tener que responder, pero ningún dios vino en mi ayuda. Me quedé solo ante la inmensa esperanza de Nicole, ante sus ojos como platos. Las palabras no consiguieron salir de mi boca. Me limité a sonreír y abrir las manos para simular lo evidente. (p.120)
Recursos inhumanos bebe su trama de los momentos de crisis económica que atravesamos y del acuciante paro. El protagonista es un directivo de empresa, venido a menos y con 50 años de edad, que ve un futuro muy negro al no obtener trabajo en ninguna empresa. Al ser despedido de una compañía de mensajería en la que trabaja,por un comportamiento algo inadecuado, su futuro es aún más negro. Le sale una oportunidad, cuando una empresa de altura le llama para participar en un concurso de oferta de trabajo en la que hay un juego de rol de por medio.
Alain Delambre invierte toda su ilusión y el dinero que le queda a él y el de su hija, por medio de engaños, para poder hacerse con ese trabajo. Lo que no espera es que la empresa ya sabe que él no va a ser el contratado ya que tienen concertado con una mujer joven ese puesto de trabajo.
"Me acorralan mis mentiras. He acumulado tantas durante tanto tiempo… Decir ahora la verdad a Nicole es superior a mis fuerzas. Nos robaron la confianza en nuestra propia vida, nuestra seguridad, nuestro futuro. Eso es todo lo que quería reconquistar. ¿Cómo explicárselo?" (p. 292)
Recursos inhumanos es una impresionante novela sobre los tiempos de crisis y desesperación. Es un thriller de tipo hipnótico sobre la angustia de una persona que ha perdido todo pero que desea recuperar la confianza de los suyos. Aunque a la postre pierda todo en la vida. Pero lo interesante de esta nueva novela de Pierre Lemaitre es la facilidad que tiene para sorprendernos con propuestas absolutamente diferentes en cada libro que nos escribe. Y, como siempre en sus historias, una gran variedad de giros inesperados, un momento en el cual -al tercio del libro- parece que ya todo ha acabado y que el autor no sabe cómo salir y, sin embargo, da un salto mortal y nos descubre las bambalinas del pensamiento del protagonista. Y aún así, nos vuelve a sorprender otras varias veces dejándonos perplejos ante la inusitada salida de algunos puntos de la trama. Y con este texto espero no destrozaros nada de la sorprendente y adictiva historia que nos cuenta Pierre Lemaitre, el mejor autor mundial de thriller y acumulador de todos los premios habidos y por haber.
Curiosa la frase con la que comienza este libro, y que nos es otra que el comienzo de El Gatopardo, con el que tiene algún punto en común esta absorbente historia contemporánea que nos ofrece  Recursos inhumanos.
"Nunca he sido un hombre violento. No me viene a la memoria ningún momento en el que haya querido matar a nadie. Sí que he tenido ataques de ira de vez en cuando, pero nunca la voluntad real de hacer daño. De destruir. Así que, claro, estoy sorprendido. La violencia es como el alcohol o el sexo: no se trata de un fenómeno, es un proceso. Entramos en ellos casi sin notarlo, simplemente porque estamos maduros, porque nos llegan en el momento justo. Me daba perfecta cuenta de que estaba enfadado, pero nunca habría imaginado que aquello se transformaría en furia despiadada. Y es eso lo que me da miedo." (p.13)
dimarts, 3 de març del 2020 0 comentaris

La vida ante sí, de Romain Gary

El proper dimecres dia 11 a les 19h llegirem La vida ante sí, de Romain Gary. Fragments de l'entrada del bloc de José Cuesta, ens serveixen magníficament per a presentar-nos-la.
La única actitud sensata ante la fatalidad es el humor negro, y en ese género esta novela es una obra maestra ...  
Momo,apelativo cariñoso de Mohamed, el protagonista, es un niño musulmán que vive en casa de la señora Rosa, un sexto piso sin ascensor en un destartalado edificio de un barrio de inmigrantes. La señora Rosa es una judía polaca superviviente de Auschwitz, obesa y asmática, que acoge en su casa a hijos de putas (literalmente, no en sentido figurado), como Momo.
Algunas de las madres van de vez en cuando a ver a sus hijos, otras, como la de Momo, solo hacen llegar cada mes el dinero para pagar a la señora Rosa. La novela describe situaciones que podrían haber salido de Los miserables o de Oliver Twist, pero está narrada en primera persona por el propio Momo, y claro, lo que nos transmite es la visión de un niño. Así que a lo dramático de la situación se le une lo cómico de la percepción del mundo que tiene Momo, y la novela está plagada de historias terribles pero hilarantes. 
Los personajes secundarios son también para nota: un travestí exboxeador senegalés que trabaja todas las noches en el Bois de Boulogne; un proxeneta con un traje rosa que controla la mejor calle de Pigalle y que escribe cartas fantasiosas a su familia en Nigeria; un viejo musulmán que le habla de la vida a Momo sentado siempre en un café con una chilaba gris para que la muerte no lo sorprenda con chaqueta; un camerunés, el señor Walumba, que traga fuego en el Boulevard Saint-Michel... y Arthur, el mejor amigo de Momo: un paraguas con un trapo verde como cabeza que le acompaña a todas partes y con el que duerme todas las noches. 
La novela está llena de frases memorables: «yo dejé de ignorar a la edad de tres o cuatro años y a veces lo echo de menos»; «cuando lo conocí [al señor Hamil, el viejo del café], era ya muy viejo y después no ha hecho más que envejecer»; «durante mucho tiempo, no supe que era árabe porque nadie me había insultado todavía»; «eso de los niños es muy contagioso, donde hay uno en seguida vienen más»; «tienen hogares, llamados también tugurios»; «yo creo que los judíos son personas como los demás, pero no hay que tenérselo en cuenta»; «cuando tienen cuatro o cinco años, los negros son bien tolerados»; «para tener miedo no hace falta ninguna razón».
Es una novela sorprendente, sórdida pero entrañable, deprimente pero cómica, profundamente antifrancesa (casi no hay ningún francés en la novela, y el único que aparece es bastante patético). Y ni siquiera es larga, se lee en una tarde. Decididamente un must.

dijous, 6 de febrer del 2020 0 comentaris

Las almas grises, de Paul Claudel


El proper dimecres 12 de febrer a les 19h, llegirem Almas grises, de Philippe Claudel. Fragments de l'article d'Ariodante sobre la obra, considerem que val la pena com a introducció.
"Aunque la trama de la historia no tiene nada que ver, el filme La vida y nada más (1989) de Bertrand Tavernier, tiene su mismo espíritu: la desolación, el clima de guerra y posguerra en la población civil. El caos moral que origina la guerra, todas las guerras. En el contexto literario podría situarse en la línea del drama rural El ardor de la sangre, de Irene Nemirovsky, o incluso el ambiente bélico/civil de Suite francesa, de la misma autora. También en parte, el comienzo (sólo el comienzo) de la novela nos trae un flash de las primeras escenas de Twin peaks (1990) de David Lynch, en la que nos impacta el bellísimo y dramático comienzo, descubriendo el cadáver de Laura Palmer como una crisálida envuelta en su funda. Aquella era una serie con forma policíaca que superaba con mucho lo policíaco, y se sumergía en tenebrosas y oscuras simas. Almas grises es una novela policiaca que también se sumerge en las profundidades del alma humana destrozada por el dolor o el miedo: narrada en primera persona por un policía de pueblo, a partir del asesinato de Belle, una niña de diez años. Ocurren suicidios, fusilamientos, muertes, y asesinatos.
ALMAS GRISES: CLAUDEL, PHILIPPEAmbientada en los años finales de la Gran Guerra europea, 1917, en un pueblito francés norteño, cercano al frente (se oye el ruido de los cañonazos, como música de fondo en la vida local), está contada veinte años más tarde por el policía que siguió el caso de  Belle, como una recopilación, un informe escrito a sí mismo; un recuento de hechos, presenciados o escuchados a otros, de ideas, recuerdos, emociones y dolorosas confesiones. Pero «en el fondo, escribo por ella y para ella, para mentirme, para engañarme, para convencerme de que sigue esperándome, dondequiera que esté. Y de que oye todo lo que tengo que decirle. Escribir hace que seamos dos» es la declaración del narrador en un determinado momento, haciendo alusión a su esposa muerta.
Claudel, en esta narración, que también podría entrar dentro de la consideración de drama rural, reúne una serie de personajes a cual más solitario. Empezando por el propio narrador, cuya esposa fallece de sobreparto estando él ausente por trabajo. La presencia ausente de Clemence, su esposa, sobrevuela por encima de toda la historia, empapándola con su hálito. El dolor que le produce la pérdida impregna todo el texto: «Clemence se despidió de nosotros con un leve gesto, y a mí, a mí solo me dedicó una sonrisa. Di unos pasos hacia ella. Me moría de ganas de besarla, pero me dio vergüenza hacerlo delante de Josephine. Así que le devolví su gesto. Eso fue todo. Desde entonces no ha pasado un solo día que no lamentase ese beso que no le di.» Personaje amargado, solitario, doliente, que sin embargo no ha perdido la lucidez, va descubriendo a otros como él, incluso los que no lo parecen, como la maestra, la señorita Lysia Verhareine, o Belle de Jour, la niña cuyo cadáver aparece al comienzo. El fiscal Destinat es otro de los solitarios protagonistas de la novela. Miembro de una ilustre familia de la que él es último vástago, envuelto en un halo de silencio, paseando dignamente su viudez y su soledad, vive retirado en el Palacio, admirando a distancia a la bella Lysia, la maestra, como admira a distancia a la niña Belle, que ayuda en el restaurante y en la mesa a su padre, Bourrache. Destinat guarda un secreto que el policía/narrador descubrirá al final del libro.  «Por Dios santo, ¿acaso sabía yo por qué se muere? ¿Por qué se elige morir? ¿Acaso lo sé hoy? ».
Hay otros personajes desoladores: el maestro Fracasse, enloquecido por la guerra, al que sustituye Lysia cuando se lo llevan al manicomio. La dulce maestra Lysia, que espera el regreso de su novio Bastien, en el cercano frente de batalla; Barbe, la criada de Destinat, que guarda la llave del Palacio y que cuenta su parte de los hechos. Gachetard, que regala su vieja carabina al policía para evitar usarla contra su mujer, enferma e imposibilitada. Martial Maire, el tonto del pueblo, que ronda la escuela y lleva inocentes regalos a Lysia. El Coronel Matziev, que «era un aficionado a la sangre, pero que estaba en el lado bueno, en el que está permitido derramarla y bebérsela sin que nadie ponga el grito en el cielo» y que hace muy buenas migas con el juez Mierck, vulgar y pueblerino, «un cerdo con traje», insensible al sufrimiento de los demás.
Narración desgarradora pero al mismo tiempo fría y contenida, sobria; en la que respiramos el olor de la guerra, la guerra cercana pero invisible, salvo en sus secuelas: los centenares de heridos, mutilados y destrozados cuerpos que van llegando a los hospitales de los pueblos cercanos, y los centenares que aun en servicio, se desfogan en bares y tugurios para soportar lo que aún les queda por sufrir. La guerra/la muerte está presente en todos esos personajes desnortados que desfilan como zombies, muertos en vida, empezando por el propio narrador del que ni siquiera sabemos su nombre. «Los hombres, sus almas…., pasa lo mismo. Tú eres un alma gris, rematadamente gris, como todo nosotros». En suma, una obra conmovedora, muy bien escrita y que merece dedicarle una  lectura sosegada."
dimarts, 7 de gener del 2020 0 comentaris

La Felicidad de los ogros, de Daniel Pennac

El proper dimecres dia 15 a les 19h, llegirem La felicidad de los ogros, de Daniel Pennac.
Fragments dels blocs Claraboyaliteraria i Librosyhumor ens són útils per a una aproximació a la obra de Pennac.
La novel·la forma part d'“El cuarteto de Belleville”, quatre obres que es poden llegir independentment.
"Nos presentan a la familia Malausséne, del barrio Belleville, Francia. Multicultural, variopinto de nacionalidades y especie de planeta en miniatura.
Todos sus integrantes son hermanos de la misma madre pero de diferente padre. Benjamín Malausséne el mayor , de profesión chivo expiatorio y encargado de criar a sus cinco hermanos. Clara y su pasión por la fotografía, Thérése y sus visiones del futuro a través de las cartas, Jeremy casi adolescente y con tendencias terroristas y rebeldes, El Pequeño con sus lentes rosa y sus sueños que se hacen realidad, Verdún una niña con mucho carácter... y un perro epiléptico.
Además está Julia, una novia periodista que desaparece cada dos por tres y una Madre que solo aparece cuando está embarazada, para luego largarse. Junto a personajes que entra, salen o se quedan según le dé la gana a Pennac, la tribu Malaussén vive unas aventuras de lo más disparatadas como tragicómicas. 
Casi siempre están el el lugar equivocado en el momento equivocado, viviendo situaciones que rayan en el suerrealismo y que cada vez se enredan más y más sobre sí mismas impidiéndonos vislumbrar el final.
La felicidad de los ogros, además de tener todos los ingredientes de una novela policial, incluye una crítica a la sociedad de consumo. E incluso sale el tema del nazismo, en los personajes de unos vejetes adorables que se dedican a explotarse (literalmente).

La novela juega a dos cosas. La primera, a darnos a conocer el pintoresco mundo de Benjamín Malaussène y los suyos, incluyendo el entorno laboral, lo cual hace de forma algo confusa al principio, pues de no saber nada sobre estas novelas el lector tardará algo en enterarse de que algunas de las damas que rodean a Benjamín son sus hermanas y no otra cosa.  La segunda, la trama que permite hacer avanzar la novela hacia el conocimiento de esta panda es también singular: una serie de explosiones en el centro comercial, de alcance limitado pero siempre con víctimas, y en las que Malaussène se ve a medias envuelto y a medias en disposición de aclarar.
               
                La felicidad de los ogros es una novela de humor constante pero sutil e inteligente precisamente porque el personaje ve todo tan extraño –incluso su propia vida y su trabajo- como lo ve el lector. Una obra escrita para provocar más sonrisas que carcajadas y que más allá de las situaciones que describe da a conocer a unos personajes tan admirables por cómo salen adelante como por su falta de pretensiones. Es muy difícil no encariñarse con Malaussène y los suyos si tenemos en cuenta todo lo que Benjamín sacrifica por ellos: su vida entera, tanto en lo profesional como en lo afectivo y hasta en lo meramente sexual, está condicionada por la necesidad de sacar adelante a sus hermanos, y él asume el sacrificio con naturalidad y generosidad.

                Sí me atrevo a ponerle un «pero»: el desarrollo de la «investigación» aparece con un retardo lo bastante largo como para que durante una parte del libro se tenga la sensación de estar dando vueltas y vueltas a la espera de algo que lance la historia hacia delante. Pero esto es solo una critiquilla: La felicidad de los ogros me ha gustado lo suficiente como para haber comprado ya el segundo libro de la saga.

                Lo que no acabo de entender es que esta novela se califique de «novela negra», como en algún sitio he visto. Negra, negra, lo que se dice negra..."