De viatge amb el T-10 de la Bòbila
T-10 és el club de lectura de la Biblioteca la Bòbila que us ofereix plaer i coneixement a partir d'un viatge literari organitzat en deu etapes. L’itinerari del “Club de lectura T-10” combina lectures, tertúlies, còmics, butlletins, xerrades o pel·lícules. És una proposta de 10 excursions lectores, 10 mirades diferents del lloc.
Després dels viatges literaris que hem fet a la ciutat de Nova York, a l'Europa Central, també anomenada Mitteleuropa i a Rússia, al peculiar humor anglès; o a les illes literàries, ens dirigim a la frontera i saltem a banda i banda..., entrem en el cor de la família, a la novel·la llatinoamericana actual, a la part fosca de França a la ciència-ficció,Infància i l'adolescència, Al marge: la mirada de l'outsider, Dones i feminisme .
I ara, Novel·la romàntica. O no... . Ens acompanyes?
"Hace unos años, en Sant Jordi, a Gabi Martínez (Barcelona, 1971) se le acercó un tipo mientras firmaba ejemplares de sus novelas. «Tengo una historia que veo protagonizada por George Clooney en Hollywood y creo que te podría interesar», le dijo. Al escritor le gustó el humor que desprendía la ocurrencia y aceptó el reto. Así descubrió que el protagonista de la historia era, en realidad, el mismo que se le había aproximado en la caseta:un prestigioso neurólogo que padecía encefalitis límbica, la enfermedad que él mismo investigaba. Y ese es, grosso modo, el argumento de «Las defensas» (Seix Barral), su último libro. Un relato poderoso sobre los frágiles límites entre la locura y la cordura, y una necesaria reflexión del estado de asfixia en el que, probablemente sin saberlo, vivimos en la actualidad.
Cuando se le acercó, ¿no pensó: «Éste es un lunático»?
El titular era bueno. Si una historia me atrae, intento darle siempre una oportunidad. Quedamos para hablar, para tomar un café...
¿Pero desde el primer momento tuvo claro cómo quería contarlo?
Estaba en condiciones de hacer lo que había pensado siempre que haría: hablar de mi ciudad, de mí país, de mi entorno. Aquí, el tema me viene dado y es perfecto para comenzar una nueva etapa, porque me permite entrar en el corazón de la ciudad a través de alguien que no deja de ser periférico. Con su locura, el neurólogo me concede la oportunidad de hablar de alguien que ha perdido la razón y que, por lo tanto, va a hablar con una libertad absoluta de lo que tiene alrededor. Algo que en la sociedad actual es complicado.
¿Por qué resulta tan complicado?
He sido periodista muchos años. Cuando empecé, existía una palabra que era «francotirador», que definía al periodista que abordaba con un espíritu científico las realidades e informaba de la manera más honesta. El francotirador fue eliminado por cuestiones políticas y fue sustituido por el librepensador.
Tanto en literatura como en periodismo.
Yo creo que sí. Ahora no tenemos ninguna palabra que represente a ese perfil de individuo. No digo que no exista la persona, pero no existe la palabra. No puedes agrupar a los francotiradores, por decirlo así.
No les puedes categorizar.
No, no puedes decir que hay un grupo de personas que están ahí. Las asociaciones se hacen para fortalecer los grupos. Este grupo no se puede fortalecer de ninguna manera porque no existe. Lo que me permitía el protagonista era ejercer como un francotirador antiguo.
¿El francotirador era usted o era él?
Él. A través de él podía ser francotirador. Escribo sobre la ciudad a través de sus ojos. Su experiencia pasa por contar cómo a alguien le crea un estrés descomunal una ciudad en la que se supone que está programado para hacer una vida cómoda. Cómo eres educado en unos valores de esfuerzo que te dan una recompensa. La familia es la protección suficiente, y estará contigo en todo momento. Pero va pasando el tiempo, te haces mayor, y descubres que el esfuerzo no tiene la recompensa que quizás pensabas.
Y, de hecho, tiene cada vez menos recompensa.
Cada vez menos. La familia tiene unas grietas muy grandes por donde te puedes llegar a caer. La idea de justicia y la de autoridad no van de la mano.
Usted logra meterse en la cabeza del protagonista y eso, tratándose de una persona que padece un trastorno tan brutal, es muy difícil.He leído muchísimo sobre psicología: de Oliver Sacks a Henry Marsh; a doctores que tratan enfermedades específicas; libros sobre personas que en algún momento intentan superarse; sobre neurología, esquizofrenia, sobre enfermedades que están asociadas. Luego, está el hecho de ser escritor y el interés que tengo. Es muy Raskolnikov el personaje.
Sí, totalmente.
Quiero desarrollar al personaje, y me proyecto muy bien porque tiene dos pasiones muy claras: su trabajo y una pasión por la vida que no sabe cómo canalizar.
Además, decide que el libro sea en primera persona.
Porque es la persona que tiene toda la fuerza y consigue transmitir al personaje de verdad. Lo último que le pido a un libro es que sea una mentira. Intenté hacer una penetración lo bastante potente como para llegar ahí. Los problemas que tenemos todos son tan comunes que se trata de pillar el matiz, el tono de la vida de esa persona y que las situaciones sean bastante potentes.
Me pregunto cuánta libertad le dio. ¿Le dijo: «Cuéntalo todo»?Él escribió 70 páginas
Pero no del libro.
Le dije: «Mira, es tu historia. Quizás, quien mejor la pueda explicar seas tú». Entonces, escribió y le salieron 70 páginas. Las leí y le dije: «Me parecen bien. Si tú quieres hacer un libro para explicar cómo ha sido tu experiencia…». Y me dijo: «No. Quiero hacer una novela». Le dije: «Entonces voy a convertir tu historia en lo que yo crea que sea necesario. Y tú te reconocerás donde te reconozcas». «Sí, de acuerdo», me dijo. Cuando estás tratando material real, el compromiso moral que adquieres con la persona que tienes a tu lado es de confianza plena por parte de la otra persona.
¿Y él aceptó ese compromiso desde el primer momento?
Si no acepta, no me hubiera metido. Me estoy jugando mi reputación. Soy escritor, y creo en la escritura. Le dije: «Podemos llegar a acuerdos en según qué caso, pero el libro es mío». Y él estuvo de acuerdo.
¿Lo iba entregando conforme iba escribiendo o sólo se lo dio al final?
Al final. Las injerencias, si no, estarían garantizadas.
¿Cuál fue su reacción, una vez que lo leyó?
Antes de entregarle el libro, me dijo: «Tenemos que hacer algo para acabar el libro. El Pic del Infern estaría bien». Nos subimos al Pic del Infern después de que a él le hubieran dado ya dos infartos y de haber pasado dos, tres brotes. Recibir el libro fue un impacto muy bestia para él. Después de ese impacto necesitó unos días de calma y de digestión, y me dijo: «Creo absolutamente que este libro guarda una verdad muy poderosa al margen de todo lo que tú hayas podido añadir, y creo en esa verdad lo suficiente como para estar con el libro a muerte».
¿Se reconoció?
Sí, claro. Por eso le impactó.
¿Tenía pensado qué iba a contestar cuando le preguntaran por las dosis de imaginación que hay en la novela?
Cuando tratas materia real, siempre te van a preguntar. Yo trabajo muchas veces con material real. Lo que busco en los libros es que me resulte absolutamente creíble lo que me cuentan. La verosimilitud es esencial.
La literatura está ahí.
No creo que ni a usted ni al buen lector les importe.
Esto ayuda al debate posterior de la periferia, pero haber llegado a ese debate me parece algo bueno, porque quiere decir que la gente se ha leído un libro en el que ha creído, y luego se planteará una pregunta posterior para matar el tiempo. Lo que importa es el libro.
¿Es más fácil escribir ficción a partir de la realidad?
Tengo una formación que me ayuda a valerme de la realidad para llegar a la ficción. He escrito novelas muy a gusto y muy libre, que eran absolutas precisamente por no tener vínculo con la realidad. Al cabo del tiempo, he ido aprendiendo a integrarlo todo. He descubierto que me encuentro igual de cómodo sea el tema que sea.
El libro es también una panorámica de nuestra historia más reciente, desde la transición ¿Qué es lo que ha aprendido echando la vista atrás?
Esa historia es mi vida. Ese es el recorrido, el aumento de la presión brutal en todo este tiempo. Eso me permite hablarle cara a cara a mi sociedad repasando los grandes momentos, desde las Olimpiadas hasta el 11-M, pasando por la aparición de la tecnología. A partir de ahí, que puedas reconocer a alguien en ese ciudadano que podrías ser tú.
Y ser consciente de que te podría pasar a ti.
Hemos ganado muchas libertades, pero toleramos cosas que son excesivas.
Habla fundamentalmente desde el punto de vista laboral.Y desde el punto de vista doméstico. Nos falta ese punto, que pasa por la educación y por no habernos liberado de muchas cosas. Nos inculcan unos valores que pensamos que son verdades eternas, y resulta que también son modificables. Y nos cuesta modificarlos."
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