Ha mort l'editor Jaume Vallcorba. Manllevem el títol de
l'article de Llàtzer Moix a "La Vanguardia" perquè hi estem d'acord: Vallcorba ha estat un editor exquisit. I us recomanem també el record que li han dedicat, al mateix diari,
Quim Monzó i
Sergi Pàmies, dos autors que han crescut com a narradors de la mà de la seva editorial en català, Quaderns Crema.
L'altre gran projecte editorial de Jaume Vallcorba, l'editorial Acantilado, ens va ajudar, als lectors del
Club de lectura T-10, a
viatjar per l'Europa Central de la mà de Stefan Zweig i de Joseph Roth. Un plaer!
El nostre petit homenatge és recomanar-vos el
discurs de clausura del Màster d'Edició de la UPF que va fer Jaume Vallcorba el passat 2 de juliol d'aquest any. Està penjat a la pàgina de l'editorial Acantilado. Si el llegiu, entendreu perquè Llàtzer Moix l'anomena "l'editor exquisit" i el descriu com
el millor editor de la seva generació, tant en llengua catalana com castellana.
Us deixo uns petits fragments del discurs:
- He
aprendido mucho de los libros, ciertamente, pero, , no los estimo por lo
que he aprendido, que es muchísimo, sino por encima de todo por cómo me
han acompañado a lo largo de los años, configurándome y, quisiera pensar, que afinándome.
- Empecé
a publicar a Stefan Zweig en una aventura editorial que duró relativamente
poco, Sirmio se llamaba. Pero Zweig no tomó el vuelo que hoy tiene hasta
que no se percibió el testimonio fundamental del siglo XX que nos ofrece
en El Mundo de Ayer. Sin embargo, para este fin, el lector tenía
que encontrarlo en una compañía que lo hiciera evidente. Al lado de la
ficción de quiosco, Balzac puede ser leído como un tebeo. Con los libros
pasa como con las personas. Y no es lo mismo encontrar a Zweig por la calle
en compañía de cualquiera que en la de Joseph Roth, que fue un amigo
cercano en vida, o en la de Chateaubriand, con quien dialoga desde la
distancia en el mundo del espíritu. Porque, no lo duden, Joseph Roth
charla a menudo con Zweig, y también con Chateaubriand y con Aleksander
Wat. Y Leopardi lo hace con Lucrecio, que a su vez lo hace con Montaigne.
Y lo hacen porque son amigos.
El
mejor de los libros puede hacerse invisible a sus hipotéticos lectores sin
el trabajo fundamental que sobre él debe ejercer su editor. (...) Es tarea
del editor rescatarlo y darle un
marco.
El marco es una parte sustancial del paisaje. Tan
sustancial que se diría que sin él no hay paisaje. El marco da forma a lo
que, antes de verse arropado por él, era algo inasible por inmenso. El
marco dirige nuestra mirada hacia su interior: subraya, acentúa,
estructura. Elimina todo lo superfluo y profundiza en lo esencial, dándole
relieve y contorno.
Un marco, a pesar de lo que pueda parecer a simple vista, es dinámico.
Enfoca y da profundidad de campo. Y, en un catálogo, establece un diálogo
fecundo entre todos aquellos libros que lo conforman.
Llegados
a este punto, habrán advertido que les he venido a hablar de un tipo de
libro. De un tipo específico de libro. Lo apuntaba hace un momento, de
aquel tipo de los que me han acompañado a lo largo de toda la vida.
Son aquellos libros que hacen nuestro mundo poéticamente habitable (y entiendo por poesía lo que nos
acerca a lo nuclear y primigenio, y a algunos auténticos movimientos de la
psique que no han podido ser jamás descritos complexivamente en los
manuales de psicología), que nos lo describen y nos lo explican, el mundo,
digo, colocándonos en el lugar próximo y feliz.
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