El pensamiento general de la población es que el señor Robinson (el acusado) no tiene derecho ni a juicio ni a defensa, tanto por el color de su piel como por el delito cometido, una violación a una mujer blanca. En el razonamiento de los habitantes de Alabama, un hombre negro que ha vulnerado derechos de una persona blanca, no debe contar con ningún tipo de defensa y simplemente debe ser declarado culpable sin que tenga la posibilidad, amparada por las leyes, de poder demostrar lo contrario. Tom Robinson, por ello, es culpable de salida, y aunque Atticus Finch emplea todas sus habilidades tanto en procurar garantizar el desarrollo de un proceso justo, como también en intentar aclarar la realidad de los hechos ocurridos, no puede revertir lo anticipado: la culpabilidad preestablecida de Robinson.
Debe tenerse en cuenta, también, otro tema que aunque se toca más de refilón no carece de importancia: la situación de las mujeres en la época. Porque lo que desencadena el drama es el deseo sexual de una mujer blanca hacia un hombre negro. El miedo a su padre (que la maltrata) y a la comunidad por su comportamiento "inmoral" hacen que mienta para no ser ella misma condenada por tener deseos, impulsos y sentimientos. Si el deseo sexual femenino es imposible de tolerar, mucho menos el deseo de una mujer blanca hacia un hombre negro. Es difícil empatizar con Mayella dado que su acusación supone la segura muerte de un hombre inocente, pero debe entenderse que ella también es una persona sin derechos, totalmente sometida y sin ninguna posibilidad de liberarse de la tiranía de su violento padre. Para defenderse ella de su debilidad, otro debe pagar su pecado, y desde su posición de mujer maltratada es imposible que cambie su versión y reconozca su mentira.
La pequeña Scout, su padre abogado y la comunidad negra tienen muy clara la injusticia cometida contra Tom (que es intolerable), pero también es doloroso (aunque pase mucho más desapercibido) ver cómo es la vida de una joven sola y desesperada, condenada a no poder reconocer nunca en voz alta su situación de mujer maltratada (que aunque todo el mundo conoce nadie nombra) y por cuya "culpa" se acaba desatando una auténtica tragedia.
También cabe destacar el inmenso respeto y cariño con el que la autora retrata a los niños, aunque en los últimos años Matar a un ruiseñor ha llegado a ser considerada ofensiva en algunas escuelas norteamericanas. Harper Lee publicó su novela en 1960, en 1961 ganó por ella el Pulitzer y en 1962 se hizo una maravillosa adaptación cinematográfica que captó perfectamente la belleza y sensibilidad de la obra literaria original.
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